Boletín
Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos de
Foucauld
Nº 23-Julio 2012
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Cada
tres meses, la revista de los Trinitarios de España (Trinidad y Liberación) nos
recuerda que Dios es Trinidad (es decir Comunión), y que Trinidad significa
"liberar", es decir, ayudar y elevar a cautivos y oprimidos.
Así se vinculan lo más alto (Trinidad, el misterio) y lo
más profundo (liberar, ayudar a los demás a ser personas). Esto es algo que
sabemos los cristianos, pero que ya habían presentido algunos otros artistas,
poetas y sufrientes,como Plauto, el romano, que decía: Mortalem mortali iubare,
hoc est Deus, esto es Dios, que un mortal pueda ayudar y sostener a otro
mortal.
A-Dios y Con-Dios a mis amigos
trinitarios, por recordarnos estas cosas... Con dos de mis pequeñas
colaboraciones en la revista saludo a todos los que quieran este día sentir el
gozo de ser cristianos... y de entender quizá algo más el misterio de Trinidad
y Redención.
Pascua Trinitaria
Por extender el Reino del amor de Dios
han matado a Jesús. Si
se hubiera defendido con armas, respondiendo con violencia a la violencia no
sería Hijo del Padre, que crea y recrea en amor todas las cosas. En manos de
Dios ha muerto, a él ha invocado desde el límite final de su agonía, como
mensajero y mesías del Dios de la vida, cumpliendo hasta el fin su Palabra.
Sólo de esa forma, a través de Jesús, Dios pudo revelarse
ya del todo, “ya de vero”, como Amor que se entrega, Espíritu Santo.
Éste es el misterio, la Pascua Trinitaria de Jesús,
mensajero de Dios, revelación suprema de la Vida que es Amor, en su tiple
dimensión, como indicamos al trazar el signo de la Cruz Pascual, de frente a pecho,
de brazo a brazo: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Por eso, la Salvación de Dios, que es Trinidad (que es
Pascua), no llega a pesar de la muerte de Jesús, sino a través de ella, como
Don o regalo supremo, que es Dios, en la misma historia de los hombres. Allí
donde Jesús ha muerto en Amor (entregando su espíritu al Espíritu divino) brota
la Vida verdadera (resurrección), de manera que Dios se hace visible para los
creyentes, como todo en todos, “aunque es de noche”. Así podemos proclamar en
Pascua que Dios es Padre, que todo lo crea y engendra en amor, resucitando a
Jesús de entre los muertos y abriendo, con él y por él, un camino de
resurrección para los que viven. Así confesamos que Jesús es el Hijo de Dios,
que entregando la vida por todos ha sido resucitado por el Padre, como primicia
de los que mueren esperando la Vida. Así decimos que Dios es Espíritu de amor
que vincula al Padre con el Hijo, reconciliando en ellos y por ellos, a todos
los que han sido creados para la vida. No hay Trinidad y Pascua, dos misterios,
sino un solo misterio: la Trinidad pascual de Dios, la Pascua trinitaria.
Trinidad
y Liberación
Parecen palabras distantes, que no
pueden mezclarse.
Trinidad alude a la gloria de Dios, reflejada
en el canto de los ángeles, en la especulación de los teólogos o en la mística
de los piadosos. Evoca algo lejano, lo más inaccesible. Cuando escuchan esa
palabra, muchos callan, como si ella no sirviera para nada.
Liberación evoca compromiso por la libertad de
los demás. Muchos la relacionan con la lucha armada y los movimientos
revolucionarios. Otros piensan que esa apalabra vale en América Latina y en lugares
de pobreza estructural. Pero, aquí, en Europa ¿de qué sirve? Y, sin embargo,
miradas limpiamente, con ojo transparente y corazón cristiano, esas dos
palabras dicen y son, en el fondo, lo mismo. Trinidad es la gloria de Dios que
se expresa en la vida de los hombres, en especial en los más pobres; es el amor
mutuo, la comunión personal, de palabra y cultura (Logos/Hijo) y de afecto y
bienes (Espíritu Santo). Que todos los hombres compartan la vida y se amen, eso
es la Trinidad en la tierra.
Liberarse y liberar es poner las condiciones personales y
sociales, culturales y económicas, afectivas y psicológicas para que todos los
pueblos, clases sociales y personas podamos vivir en comunión, siendo presencia
trinitaria. Por eso, en este mundo concreto, la misma Trinidad es liberación,
pero no desde arriba (que los ricos ayuden a los pobres, para que todo siga
igual), sino más bien (y sobre todo) desde abajo: ¡que los pequeños y los
pobres ayuden a los ricos para que ese sistema de opresión (que no es trinitario)
cambie, de manera que todos los hombres y mujeres puedan vivir en comunión (en
Eucaristía), como quiso Jesús. Son, pues, dos palabras, dos matices, pero una
misma realidad, pues Cristo es Trinidad y es, al mismo tiempo, la Liberación.
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