Boletín
Comunidad Horeb-Carlos de Foucauld
Amistad e Intercesión ecuménica
Nº 10 – JUNIO- AÑO 2011
http://horeb-foucauld.webs.com
Oración del Papa Juan XXIII (1881-1963)
“Príncipe de la paz, Jesús resucitado, mira con benevolencia a la humanidad entera. Sólo de Tï, espera ayuda y socorro. Como en tiempos de tu vida terrena, siempre prefieres a los pequeños, los humildes, los que sufren. Siempre vas buscando a los pecadores. Haces que todos te invoquen y te encuentran, para que tengan en Tí el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6). Concedenos tu paz, cordero inmolado por nuestra salvación (Ap 5,6); (Jn 1,29): "¡Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, dános la paz!"
He aquí, Jesús, nuestra oración: aleja del corazón de los hombres todo aquello que pueda comprometer su paz, confirmales en verdad, la justicia y el amor fraterno. Ilumina a los dirigentes; que sus esfuerzos por el bienestar de los pueblos, estén unidos en el esfuerzo para asegurar la paz. Enciende el deseo de todos para derribar las barreras que nos dividen, con el fin de fortalecer los vínculos de la caridad. Enciende la voluntad de todos para que estemos dispuestos a comprender, compartir y perdonar, con el fin de que todos estemos unidos en tu nombre y que triunfe en los corazones, las familias, el mundo entero, la paz, tu paz!”. (Discursos, volumen V, p. 210)
He aquí, Jesús, nuestra oración: aleja del corazón de los hombres todo aquello que pueda comprometer su paz, confirmales en verdad, la justicia y el amor fraterno. Ilumina a los dirigentes; que sus esfuerzos por el bienestar de los pueblos, estén unidos en el esfuerzo para asegurar la paz. Enciende el deseo de todos para derribar las barreras que nos dividen, con el fin de fortalecer los vínculos de la caridad. Enciende la voluntad de todos para que estemos dispuestos a comprender, compartir y perdonar, con el fin de que todos estemos unidos en tu nombre y que triunfe en los corazones, las familias, el mundo entero, la paz, tu paz!”. (Discursos, volumen V, p. 210)
El-Gohary, una historia de persecución ordinaria en Egipto (Agencia Zenit)
ROMA, martes 3 de mayo de 2011.- Uno de los temas que en los países musulmanes crean tensiones contra las minorías cristianas, es, sin duda, el de las conversiones. En un artículo publicado el 29 de agosto de 2007 en Asia News, el islamólogo y jesuita egipcio, Samir Khalil Samir, habló de una “verdadera y propia obsesión hacia las conversiones” en el mundo islámico.
Como recordaba el padre Samir, docente en la universidad de San José en Beirut, hay al menos 7 países musulmanes, entre los que destacar Arabia Saudita, Irán y Nigeria, en la que se aplica la pena de muerte a quien se convierte del Islam a otras religiones. La conversión se considera, de hecho, “como una acción de apostasía que merece la muerte”. Otros países, entre los que está el “moderado” Egipto, condenan a cárcel por ultraje al Islam o por haber provocado escándalo (fitna) haciendo público el cambio de religión. Otra estrategia para deshacerse de un incómodo convertido es obligarle a emigrar, como es el caso del escritor y teólogo egipcio Nasr Hamed Abu Zaid, que sufrió una “fatwa”, pudiendo escapar en los años '90 a Holanda.
De este modo, hace poco, concluyó felizmente un caso muy dramático y emblemático para el nivel de persecución hacia los convertidos del Islam en Egipto. Se trata del de Maher Ahmad El-Mo'otahssem Bellah El-Gohary, de cincuenta y tres años de edad, y el de su hija de diecisiete, Dina Mo'otahssem. Según lo relatado por Compass Direct News (21 de abril), después de un infierno que duró varios años, el hombre llegó, junto a su hija, el pasado 30 de marzo a París desde Damasco.
En la capital francesa, donde ha pedido asilo, El-Gohary se dirigió el pasado 18 de abril a la embajada americana para pedir asilo también en los Estados Unidos, donde ya vive su segunda mujer (también ella es una convertida). Los dos cónyuges no se ven desde marzo de 2009.
Esta situación se desbloqueó gracias a un permiso obtenido por vía judicial para el expatrio, después de la “Revolución del 25 de enero” y gracias a la caída del presidente Hosni Mubarak. Huyeron el 22 de febrero a Damasco, donde El-Gohary y su hija también se sentían en peligro. Después de una acogida muy fría en la embajada de los Estados Unidos de Damasco, el convertido se dirigió, gracias al consejo de la embajada de la Santa Sede, a la de Francia, para pedir una visado de entrada que se le concedió el mismo día. “Aprecio verdaderamente los que el embajador francés ha hecho por nosotros”, declaró El-Gohary. “Nos ha salvado”.
El acercamiento al cristianismo de El-Gohary (o Peter Athanasius, como también es conocido) comenzó hace casi 40 años, cuando frecuentaba la academia de policía y compartía su habitación con un alumno perteneciente a la minoría copta. Los episodios de “bulling” hacia su compañero cristiano suscitaron el interés del joven, que no conocía el cristianismo. Como sucede a menudo en estos casos, creció en El-Gohary el deseo de leer la Biblia, decisión que provocó en sus padres un fuerte desagrado -su padre es un policía de alto rango-, por que lo consideraban “verdaderamente un libro pésimo” (CDN, 25 de mayo de 2010).
Al aspirante a policía le afectó profundamente la cita del Evangelio que cuenta el encuentro entre Jesús y una mujer sorprendida en adulterio, que Él salva de la inminente lapidación con la conocida frase: “El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra” (Jn. 8,7). El-Gohary también se sintió muy atraído por la concepción cristiana del Paraíso, tan distinta de la islámica, con sus placeres de los sentidos.
Su decisión de seguir a Cristo, tomada después de una visión luminosa acompañada de una fuerte sensación de paz, expuso a El-Gohary a crecientes presiones de “bulling” en el interior de la academia, incluso de parte de sus superiores. Mientras decide abandonar su carrera en el cuerpo de policía, su conversión también provoca una crisis en su matrimonio con una musulmana, que pide y obtiene el divorcio.
La vida de El-Gohary, que mientras tanto se casó con otra musulmana (pero que se convirtió a su vez), se transforma en una pesadilla en agosto de 2008, cuando denuncia al gobierno egipcio, pidiendo el derecho de cambiar su pertenencia religiosa en el carnet de identidad. El objetivo era evitar que su hija fuese considerada “apóstata” y se vea obligada a seguir en la escuela los cursos de religión islámica u obligada a casarse con un musulmán. En Egipto, los hijos son inscritos en el registro con la religión del padre y a las mujeres musulmanas no se les permite casarse con un hombre de otra religión.
Esta acción suscitó tal clamor, que padre e hija se vieron obligados a esconderse y vivir en lugares secretos. Sufrieron agresiones verbales (incluso desde los megáfonos de las mezquitas) y físicas (ignorantes lanzaron una sustancia ácida sobre la chaqueta de la hija, por fortuna sin causarle ninguna lesión). Incluso las actividades más sencillas, como ir al supermercado a hacer la compra o visitar una iglesia, se vuelven peligrosas. En mayo de 2009, el Consejo de Estado decide que, cambiando de religión El-Gohary ha violado la ley islámica y podría incluso sufrir la pena de muerte. El 13 de junio confiscan su pasaporte en el aeropuerto internacional del Cairo, impidiéndole salir del país. El 9 de marzo del siguiente año, el Tribunal del Consejo de Estado en Giza se niega a devolverle el documento.
“Creo que es una manera de castigo para dar ejemplo a otros musulmanes que pretenden convertirse”, comentó El-Gohary hablando de las acciones tomadas hacia él (CDN, 25 de mayo de 2010). No obstante, el hombre no cede y decide seguir su lucha. “quiero mostrar a la gente – afirmó – la cantidad de persecuciones que los convertidos del Islam sufren aquí, y que esta persecución se ha llevado a cabo durante 1.400 años”.
La situación fue definida como “dura, muy dura” por El-Gohary. Sobre todo para la hija adolescente, pasando los últimos años sin amigas o compañeras, la vida marcada por el aislamiento ha sido muy pesada. “Tengo mucho, mucho miedo”, admitió hace un año la joven. “No entiendo porque se me trata de este modo”, continuó diciendo la joven, cuyo sueño es convertirse en estilista.
“Elegí esta religión porque me gusta. ¿Por qué se me ha de tratar de este modo?”, dijo Dina, que en noviembre de 2009 escribió una carta al presidente estadounidense Barack Obama para llamar la atención sobre la persecución de los cristianos en Egipto.
También para Dina la fuga de Egipto -definida por su padre como “un milagro de Dios”- y la llegada a Francia, marca el final de una larga pesadilla y el inicio de una vida nueva. Sin duda una buena noticia en este tiempo pascual.
Por Paul De Maeyer. Traducción del italiano por Carmen Álvarez
Al menos 12 coptos asesinados el pasado sábado en El Cairo
ROMA, martes 10 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Una nueva ola de violencia interreligiosa en Egipto ha concluido con un dramático balance sangriento. Según la agencia AINA (Assyrian International News Agency, 8 de mayo), unos 12 coptos han muerto y otros 232 fueron heridos en el asalto desencadenado en la tarde del sábado 7 de mayo por algunos centenares de manifestantes salafistas - una corriente musulmana fundamentalista – contra la iglesia copta de San Minas, situada en el barrio de Imbaba, en la periferia noroccidental de la capital El Cairo.
Los manifestantes musulmanes habían pedido a gritos la liberación de una presunta convertida al islam – una joven llamada Abir, según revela AINA –, que según ellos la habrían tenido prisionera en el complejo de la iglesia, hecho negado, por otro lado, por el mismo gobernador de la provincia de Gizeh y por el padre Yohanna Mansour, de la diócesis copta de Gizeh. Después de las iniciales agresiones verbales, la situación degeneró rápidamente y empezaron a volar piedras y botellas incendiarias. Al final se llegó a las armas de fuego. En el ataque sufrieron daños, incendiándose, algunas casas y otras dos iglesias del mismo barrio, entre las que destacar una católica, como cuenta la agencia Fides (9 de mayo). “Un grupo de salafitas entró disparando en la iglesia y asesinó al padre de uno de nuestros postulantes, que está en Uganda”, contó a Fides el padre Luciano Verdoscia, misionero comboniano.
Según lo que cuenta el periódico egipcio Al-Ahram (8 de mayo), los incidentes se produjeron sólo pocas horas después de la aparición en un canal de televisión con sede en Chipre -Hayat Christian TV- de otra famosa presuntamente convertida al islam, Camelia Shehata Zakher. La mujer, esposa de un sacerdote copto, que junto a otra conocida “convertida”, Wafa' Costantine, desde hace meses está en el centro de la polémica entre la comunidad musulmana y la copta, ha rechazado las declaraciones que hablan de su conversión al islam.
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En una grabación disponible en YouTube [1], la mujer, de veinticinco años, sostiene que pertenece a la iglesia copta y niega, además, haber sido torturada, como decían ciertos grupos musulmanes. “Soy cristiana por mi elección personal”, afirmó la mujer, que además se confesó “aficionada a la Iglesia”.
No obstante, la historia de la “conversión” de Shehata y Wafa' Constantine -declarada “completamente falsa” por varios exponentes cristianos, entre los que está el islamólogo y jesuita Samir Khalil Samir (AsiaNews, 3 de enero)- continúa envenenando las relaciones entre las dos comunidades y a ser la causa del derramamiento de sangre. Basta pensar en el ataque terrorista contra la catedral siro-católica de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en la capital iraquí Bagdad, donde el 31 de octubre de 2010 murieron más de 50 personas, y en el atentado suicida del 1° de enero en Alejandría de Egipto, que provocó más de veinte víctimas cristianos.
En el tentativo de hacerse sitio en Egipto “post-Mubarak”, el movimiento conservador de los salafitas intenta sacar el mayor provecho posible de la cuestión de los presuntos convertidos. Mientras que antes se oía hablar poco de los salafistas, fue después de la caída del presidente Hosni Mubarak, sucedida el pasado 11 de febrero, cuando se volvieron “muy activos”. Como recuerda Al-Ahram, el grupo fundamentalista ha tratado, por ejemplo, de hacerse con el control de una de las mezquitas más grandes de la capital, la mezquita Nour (o Noor). Lo impidieron los militares, que consiguieron restablecer el orden.
Mientras que en las últimas semanas individuos o grupos salafistas han lanzado varios ataques contra iglesias coptas, el miércoles 30 de marzo, durante una sentada delante de la oficina del Consejo de Estado, en el corazón del Cairo, se lanzó una alianza para apoyar a los “nuevos musulmanes”, la Coalition for the Support New Muslims. Según los responsables, serían casi 70 los convertidos al islam que han sido secuestrados por los coptos. (ZENIT, 14 de abril de 2011).
Perfectamente sincronizados con la Pascua cristiana, los salafistas anunciaron su “programa” de diez puntos o “peticiones” con respecto a la Iglesia copta durante una manifestación que se desarrolló el pasado domingo 25 de abril, delante de la mezquita El Kayed Ibrahim de Alejandría. Entre las distintas peticiones está el “proceso a Papa Shenouda”, “la liberación de Shehata y Wafa' Constantine”, y “la inspección de los monasterios y de las iglesias para buscar a mujeres musulmanas hechas prisioneras por la Iglesia” (AINA, 30 de abril).
Algunos testigos han contado que en el ataque del pasado sábado, algunos salafistas vestían según el estilo talibán. Según un residente del barrio de Imbaba, Saber Loutfi, que ha hablado con Coptic Free Voice, los responsables pertenecen a “los 3.000 jihadistas que han vuelto recientemente de Afganistán” (AINA, 8 de mayo). También la pobreza alimenta el extremismo, como ha declarado el padre Verdoscia a Fides. “El barrio de Imbaba es un área pobre y el fanatismo prospera donde reinan la ignorancia y la pobreza”, dijo. “Los salafistas son un grupo minoritario, pero que se hace notar, también con acciones violentas”.
El baño de sangre ocurrido en el barrio de Imbaba ha puesto en alerta al gobierno del primer ministro Essam Sharaf, que ha aplazado una visita a Bahrein y a los Emiratos Árabes Unidos y ha convocado una reunión de emergencia de su gabinete para discutir la situación. Por su lado, el ministro de Justicia, Abdel Aziz al-Gindi, advirtió de que el gobierno utilizará el “puño de hierro” contra los que amenazan la seguridad del país (BBC, 9 de mayo). También los militares parecen decididos a no dejarlo pasar. “El Supremo Consejo Militar -así se puede leer en la web de Facebook del organismo- ha decidido enviar a todas las personas arrestadas después de los sucesos de ayer (sábado), es decir a 190 personas, al Tribunal Supremo Militar (BBC, 8 de mayo).
También el Gran Muftí de Egipto, el profesor Alí Gomaa, intervino exhortando a todos los egipcios a “estar unidos para prevenir los enfrentamientos” (Reuters, 8 de mayo). Clara ha sido la reacción de Essam El-Erian. “Es necesario un cambio de vida contra esta violencia, no debemos permitir que esta gente arruine lo que hemos hecho en la Revolución de enero”, ha dicho el portavoz de los Hermanos Musulmanes (Al-Ahram). “El incidente de Imbaba demuestra claramente que algunas personas continúan actuando a escondidas para provocar los conflictos sectarios”, declaró El-Erian, haciendo alusión al partido del ex hombre fuerte de Egipto, el National Democratic Party (NDP). Según los medios de comunicación egipcios, sería una “contrarrevolución” organizada de los restos de la formación política, disuelta oficialmente por la justicia egipcia el pasado 16 de abril.
Ni siquiera el obispo de Gizeh, Anba Theodosius, tiene dudas. “Estas cosas están planeadas”, declaró con amargura (AINA, 8 de mayo). “No tenemos ley ni seguridad, estamos en la jungla. Estamos en un estado de caos. Un rumor recorre toda la zona. Cada día es una catástrofe”, continuó el prelado, que no pretende ceder mínimamente a los extremistas. “No abandonaremos nunca nuestro país”, dijo con firmeza.
La Iglesia local también ha criticado a las fuerzas del orden. “El ejército no se opondrá a la gente que hace estas cosas. Quieren permanecer neutrales. La policía llega pero muy lentamente. Tiene miedo. No han sido suficientemente fuertes”, así ha declarado, en una entrevista concedida a Ayuda a la Iglesia Necesitada (9 de mayo), el obispo católico de Gizeh, monseñor Antonios Aziz Mina. Para el obispo no basta restablecer el orden. “No podemos hacer la paz y la reconciliación sin llevar antes a (esta) gente a la justicia. Sino la reconciliación será un teatro y los problemas seguirán existiendo”, continuó diciendo. Mientras en el barrio de Imbaba, la comunidad copta ha comenzado, según el periódico egipcio Al-Masry Al-Youm (8 de mayo), a formar grupos de autodefensa.
Para el padre Verdoscia, urge una reforma en el islam. “Según mi opinión -dijo a Fides- el islam debe evolucionar. Espero que los musulmanes moderados puedan distanciarse de determinadas lecturas del islam”. Según el comboniano, activo en Egipto desde hace años, “estos homicidios se producen cuando en el islam, una categoría de personas son declaradas 'kuffar' (infieles), pueden ser asesinadas o privadas de todos sus bienes. Las interpretaciones de este tipo deben ser revisadas por los mismos islámicos”.
Premio ecuménico del Festival de Cannes a Paolo Sorrentino
Por la película “This must be the place”
CANNES, viernes 27 de mayo de (ZENIT.org).– El jurado ecuménico del 64º Festival de Cannes otorgó el 21 de mayo su premio a la película This must be the place [Éste debe ser el lugar,], del director italiano Paolo Sorrentino.
“Un drama clásico de una gran riqueza y de una estética rebuscada”, escribe el jurado ecuménico “que abre con gracia pistas de reflexión graves y profundas”.
“A través de Cheyenne, estrella del rock fracasada, Paolo Sorrentino ofrece el viaje interior y la odisea de un hombre en busca de sus raíces judías, de la madurez, de la reconciliación y de la esperanza”, añade.
El jurado también concedió dos menciones especiales. La primera, a la película Le Havre, del finlandés Aki Kaurismäki, aclamada como “una oda a la esperanza, a la solidaridad, a la fraternidad”.
La segunda, a la película ¿Y ahora dónde vamos? de la libanesa Nadine Labaki, a la que se le ha reconocido “mucha delicadeza y tacto, suscitando una emoción orientada a la esperanza”.
El premio del jurado ecuménico del Festival de Cannes existe desde el año 1974. Un jurado compuesto por cristianos comprometidos en el mundo del cine (periodistas, realizadores, profesores) se lo concede a un largometraje del concurso oficial.
Herrmann Scheipers, el último superviviente de los sacerdotes del campo de concentración de Dachau, visita España |
Hermann Scheipers pasó directamente del horror nazi a vivir bajo la persecución comunista en la parte oriental de Alemania, dominada por la Unión Soviética hasta la caída del muro en 1989.
Este sacerdote católico de casi 98 años, nombrado “prelado de honor” por Juan Pablo II en 2003, participó el pasado fin de semana en las Jornadas sobre el Totalitarismo organizadas por el Movimiento Cultural Cristiano en la Casa Emaús (Torremocha, Madrid).
P:¿Por qué le enviaron al Campo de Concentración de Dachau?
En 1937, después publicarse la encíclica de PioXI “Mit Brennender Sorge” (“Con Enorme Preocupación”), los nazis pasaron a la persecución abierta de los católicos.
Ingresé en el campo de concentración de Dachau. Ahí concentraban a los presos de consciencia, principalmente comunistas y católicos. Los judíos y los gitanos se llevaban a otros campos de concentración.
En todo momento, mantenía una profunda confianza en Dios. Él era responsable de mi vida; no yo. Eso me daba un gran sosiego, incluso en los momentos más difíciles. Sin fe, mi vida hubiera estado llena de amargura y resentimiento.
P: ¿Qué significa para usted ser cristiano en el siglo XX y en el XXI?
Mi compromiso cristiano se ha tenido que curtir en los diferentes totalitarismos:
Primero, el nacional-socialismo. Nos perseguían porque no aceptábamos la supremacía de ningún hombre y, desde luego, no de Hitler.
Después, el comunismo, nos perseguían porque no aceptábamos la supremacía de Stalin, ni de la dictadura del proletariado. En la Unión Soviética se asesinaba a los cristianos en los Gulags (campos de concentración), o se les privaba de derechos civiles básicos, como en la Alemania comunista.
Tras la caída del muro, el capitalismo. Este totalitarismo consiguió vaciar las iglesias. Se mete en la forma de pensar de las personas como una serpiente invisible. Se propaga la libertad de religión, pero a través de la propaganda se encargan de que se ridiculice. Un sistema que produce tanta hambre en el mundo para el beneficio de unos pocos, no puede tolerar que los valores cristianos tengan fuerza en la sociedad.
Los totalitarismos se van haciendo más brutales, si no existe una sociedad organizada para evitarlo. Hitler empezó insultando a los judíos y, al ver que esto se toleraba, iba avanzando, hasta llegar al exterminio.
Cuando la vida humana deja de ser sagrada, todo es posible. En el capitalismo, el poder se va haciendo nuevamente señor sobre la vida y la muerte de los hombres. Se va aceptando la eutanasia, el aborto, el hambre en el tercer mundo. Unos pocos se enriquecen a costa de la vida de otros.
Hoy, los cristianos seguimos siendo un estorbo para la pretensión de los poderosos de dominar todos los aspectos de la vida de los hombres. Los totalitarismos exigen que nos arrodillemos ante el ídolo-estado, o algo similar.
Hoy podemos optar por escuchar la llamada de la libertad, o podemos priorizar el beneficio económico. Movimientos eclesiales como el Movimiento Cultural Cristiano están luchando por la dignidad de todo ser humano.
P: ¿Con qué se encontró en el Campo de Concentración?
Con lo peor y lo mejor de lo que un hombre es capaz. Un sacerdote dijo que en Dachau te convertías en criminal o en santo.
Los nazis enfrentaban unos grupos contra otros, creando un sistema de “capos”, de presos privilegiados que tenían que controlar a los otros presos. Los capos comunistas ejercían su labor con gran violencia contra los católicos. Yo vi como uno de estos capos asesinó a un sacerdote enfermo con una inyección de benzol. Lo hizo por puro odio ideológico. Pero también existían los capos que sólo nos maltrataban cuando miraban los nazis. Los que no morimos de hambre, tifus o asesinados, sabíamos que nos esperaba la cámara de gas. Cuando me llegó el turno, habían matado ya a más de 3.000 sacerdotes y tuve una de las experiencias de solidaridad más profundas de mi vida.
Otro sacerdote, muy enfermo, moribundo de hambre, me paró en mi camino hacia la cámara de gas para ofrecerme un pedazo de pan, el único del día. Quise rechazarlo porque a él le hacía falta para sobrevivir, mientras que yo moriría poco después. Pero él insistió, diciendo que los apóstoles descubrieron la presencia del Señor también al partir el pan. Lo acepté, profundamente conmovido. Yo me salvé; él murió. Desde entonces, cada vez que celebro la Eucaristía veo en la consagración el pan que él me había entregado.
Ser santo no es racional, el amor no es racional. Fue el contrapunto de luz frente a la irracionalidad que reinaba en el campo de concentración, la de la violencia y el asesinato planificado.
Poco antes de terminar la guerra, cuando ya se escuchaba a la artillería norteamericana, los nazis ordenaron abandonar el campo. Se organizaron las tristemente famosas “marchas de la muerte”, querían evitar que los aliados encontraran los campos de concentración en funcionamiento y con demasiados testigos.
Había un pabellón con enfermos altamente contagiosos. No quedaba tiempo para deshacerse de ellos, y para dar una impresión mínimamente civilizada, ordenaron a los capos de la enfermería (comunistas) quedarse a cuidarlos. Los capos se negaron. Se respiraba ya el fin de la guerra. Las SS, pidieron veinte voluntarios. Sólo respondieron los católicos, sólo ellos estaban dispuestos a sacrificar sus vidas, para no abandonar a los moribundos.
Era una entrega que ni Hitler ni Stalin podían tolerar, una entrega por encima de la propia muerte. Yo salí con miles de presos de la última “marcha de la muerte”. En el bosque logré escapar.
P: ¿Llevaron a cabo ordenaciones sacerdotales?
Nos estaba completamente prohibido celebrar la misa, lo hacíamos en secreto. Uno de los presos, Karl Leisner, expresó el deseo de consagrarse sacerdote, lo que parecía imposible. No había ningún obispo entre nosotros, decíamos medio en broma, que había que rezar para que detuvieran a alguno. Poco después, ingresaron al obispo Gabriel Piguet. Sólo nos faltaba obtener la autorización del arzobispo de Munich.
Al lado del Campo de Concentración había un vivero de flores. Una de las compradoras habituales se había ofrecido a hacer de mensajera clandestina entre los sacerdotes y el mundo exterior, por esta vía llegó la autorización del arzobispo. Francia y Alemania era enemigos en la guerra, pero aquí la ordenación la celebramos juntos, para un cristiano no existen las fronteras establecidas por los políticos.
Leisner murió poco después de la liberación, de una enfermedad contraída en el campo. Fue beatificado por Juan Pablo II en 1996 y en 2007 se abrió su proceso de canonización.
P: ¿Por qué persiguió Hitler a la Iglesia católica?
En las elecciones de 1932 y 1933 Hitler obtuvo mucho menos votos en las zonas católicas que en el resto del país. La Iglesia había advertido desde el principio que Hitler perseguía un proyecto totalitario, incluso mucho antes que otros estados e incluso el comité olímpico, que otorgó las Olimpiadas de 1936 a Berlín, se distanciaran de la Alemania nazi.
A partir de la encíclica de 1937, la Iglesia católica empezó a sufrir una creciente persecución. Hitler había conseguido fusionar a la mayoría de las iglesias evangélicas en la “Iglesia Alemana”, una iglesia nacional a las órdenes del régimen. Pero no pudo doblegar a la Iglesia católica.
Hitler, igual que Stalin, era una persona muy religiosa, obsesionada con imponer la salvación al mundo con él a la cabeza. No toleraban una Iglesia que obstaculizara su propio plan para salvar al mundo.
Cuando se encontraron los diarios del ministro de propaganda de Hitler, Goebbels, se pudo confirmar que después de la “solución final de los judíos” (su exterminio), vendría la “solución final de los cristianos”, aunque no antes de haber ganado la guerra. Mientras durara, se les seguía necesitando en el frente.
P: ¿Por qué hay quienes acusan a la Iglesia de haber colaborado con los nazis?
La Iglesia y los nazis fueron incompatibles y enfrentados desde el principio. Con la llegada de los nazis al poder, la Iglesia tenía el deber de defender el derecho a la libertad de culto, razón por la que firmó un concordato con los nazis. Los demás países también siguieron tratando a Alemania y su gobierno con normalidad, incluso cuando los nazis habían empezado ya a perseguir a los católicos, tras haber roto todos los acuerdos del concordato. Los que acusan a la Iglesia de colaboración lo hacen para ocultar sus propios desatinos en aquella época.
P: Una vez en libertad, pasó a la Alemania comunista. ¿Por qué?
Yo quería ser sacerdote donde más falta hiciera. Después de la guerra, fue en la Alemania ocupada por la Unión Soviética. Mi familia no quería que después de haber sobrevivido milagrosamente del campo nazi, me pusiera ahora en las garras de Stalin. En la Alemania comunista nuestros medios eran tan precarios que recuerdo una misa en invierno en la que se había congelado el vino en el cáliz durante la celebración.
Los comunistas había establecido un filtro terrible: la fiesta de la “consagración de la juventud” con la que pretendían desactivar la confirmación, de católicos y de los protestantes. Los obispos católicos y protestantes no permitieron confirmarse a aquellos que habían aceptado el ritual pagano. Esto tenía gravísimas consecuencias, quien no participaba en la “consagración de la juventud”, jamás tendría la menor posibilidad de ser admitido en la universidad o en un buen puesto de trabajo. Cuando denuncié públicamente esta situación, la reacción de los comunistas fue acusarme de difamación de las autoridades.
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