jueves, 29 de septiembre de 2011

BOLETÍN Nº 14 OCTUBRE 2011



Boletín
Comunidad Ecumenica Horeb-Carlos de Foucauld
Amistad e Intercesión ecuménica
 Nº 14 – OCTUBRE- AÑO 2011

 http://horeb-foucauld.webs.com

“Ante un mundo lacerado por los conflictos, donde a veces se justifica la violencia en nombre de Dios, es importante reafirmar que las religiones nunca pueden ser vehículos del odio; nunca, invocando el nombre de Dios, se puede llegar a justificar el mal y la violencia. Al contrario, las religiones pueden y deben ofrecer preciosos recursos para construir una humanidad pacífica, porque hablan de paz al corazón del hombre”. (Benedicto XVI y el Espíritu de Asís)
El ecumenismo de Benedicto XVI
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 17 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).-Publicamos el artículo que ha escrito en “L’Osservatore Romano” el cardinal Kurt Koch, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, ante la visita de Benedicto XVI a Alemania del 22 al 25 de septiembre.
En su primer mensaje tras la elección al solio pontificio, ya Benedicto XVI definía como su «causa prioritaria» la tarea de «trabajar con el máximo empeño en el establecimiento de la unidad plena y visible de todos los discípulos de Cristo».
Es normal, por lo tanto, que en sus primeros dos viajes a Alemania se hayan celebrado encuentros ecuménicos: en 2005 en Colonia y en 2006 en Ratisbona. El próximo viaje tendrá un acento ecuménico especial, pues Benedicto XVI visitará también Erfurt, donde vivió el reformador Martín Lutero como monje agustino: allí encontrará el Papa a representantes del Consejo de la Iglesia evangélica de Alemania y oficiará una celebración ecuménica. Con Benedicto XVI llega a Alemania un Papa que, por su experiencia personal, conoce muy bien este importante país de la Reforma y que, ya como teólogo ya como cardenal, se ha empleado mucho en la promoción del diálogo ecuménico en Alemania y mundialmente.
Recordemos, a título de ejemplo, el importante papel desempeñado por el cardenal Ratzinger en la Comisión ecuménica conjunta instituida tras la visita del beato Papa Juan Pablo II a Alemania en 1980 y copresidida por el cardenal Ratzinger junto al obispo protestante Eduard Lohse. Ellos avanzaron entonces la propuesta —que dió después sus frutos en las décadas sucesivas— de emprender en los diálogos ecuménicos un estudio orientado a definir si las condenas doctrinales recíprocas del siglo XVI tenían aún un impacto en las partes en diálogo y continuaban dividiendo a las Iglesias. Al respecto, el entonces obispo protestante Johannes Hanselmann ha recordado con gratitud que hay que atribuir al cardenal Ratzinger el gran mérito de haber logrado que, después de varias dificultades, pudiera firmarse por fin la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación en Augsburgo en 1999.
Este compromiso ecuménico siempre se ha acompañado de una intensa reflexión teológica sobre temáticas ecuménicas, a las que Joseph Ratzinger ha dedicado particular atención desde sus tiempos de profesor universitario. El gran capítulo sobre el ecumenismo en el volumen de su Opera omnia dedicado a la doctrina de la Iglesia es un testimonio elocuente del fundamento de cuanto se afirma en la amplia tesis del teólogo protestante Thorsten Maasen, publicada este año en El pensamiento de Joseph Ratzinger sobre el ecumenismo, donde se dice que el Papa es «ejemplar en su esfuerzo de practicar sin componendas una teología ecuménica honesta» y que «ha puesto el acento con tal fuerza» en la necesidad del ecumenismo que «éste deberá encontrar firmemente su lugar en el centro de la Iglesia/de las Iglesias».
De hecho, para Benedicto XVI el ecumenismo tiene un papel central en la Iglesia y en la teología. Así que se puede comprender que hoy vea el ecumenismo amenazado en dos frentes: por un lado, por un «confesionalismo de la división», que se asienta en lo que tiene de específico precisamente ahí donde su especificidad se contrapone a la de los demás; y por otro lado, por una «indiferencia sobre cuestiones de fe», que considera la búsqueda de la verdad como un obstáculo para la unidad. Nadie puede negar hoy la existencia de ambos peligros. Esto hace aún más importante localizar en el ecumenismo la profundidad de la fe. El ecumenismo puede, en efecto, crecer en amplitud sólo si se arraiga en profundidad.
Quien lleva a cabo un recorrido semejante en profundidad logra ver, como hace Benedicto XVI, en acción en las divisiones históricas de la Iglesia no sólo los pecados humanos, sino, en el sentido de las misteriosas palabras de san Pablo —quien dice que «es necesario» que sucedan las divisiones (1 Co 11, 19)—, percibe ahí también una dimensión «que corresponde a un proyecto divino». En esta convicción de fe, el Papa ha exhortado con fuerza creciente a encontrar la unidad ante todo «a través de la diversidad», lo que significa extraer el veneno de las divisiones, acoger lo que en ellas hay de fructífero y tomar lo positivo precisamente de la diversidad, naturalmente en la esperanza de que la división al final deje de ser tal. De hecho, «el auténtico amor no anula las diferencias legítimas, sino que las armoniza en una unidad superior, que no se impone desde fuera; más bien, desde dentro, por decirlo así, da forma al conjunto».
Dado que Benedicto XVI está convencido de que nosotros, como cristianos, podemos «ser una sola cosa, aunque estemos separados», él nos muestra el ecumenismo cada vez más a la luz de su realización, a fin de que reconozcamos el carácter provisional de nuestras propias acciones y no nos obstinemos en hacer lo que sólo puede realizar el Cristo de la parusía. El sentido —sencillo pero fundamental— del ecumenismo reside en el hecho de que «en camino hacia Cristo, estamos en camino hacia la unidad», y en una sociedad cada vez más secularizada tenemos la tarea común de testimoniar a Dios, que nos ha revelado su rostro en Jesucristo.
En este sentido, quien entiende que el fundamento del ecumenismo no es simplemente interrelacional y filantrópico, sino profundamente cristológico, entiende el ecumenismo como una participación en la oración sacerdotal de Jesús mismo, «para que todos sean uno» (Jn 17, 21). En esta profundidad de la fe, nos hallamos ya en el espacio vital del ecumenismo. En efecto, actúa ecuménicamente no tanto quien tiene siempre en sus labios esta palabra, sino quien, aún sin pronunciar el término, penetra en la profundidad de la confesión cristológica y allí encuentra la fuente común de la unidad de la Iglesia. Benedicto XVI recorre coherentemente este camino no sólo en su magisterio cotidiano, sino también con su publicación en dos volúmenes sobre Jesús de Nazaret, que puede leerse como confesión de fe del sucesor de Pedro. Enraizando en la confesión cristológica la tarea ecuménica de la búsqueda de la unidad visible de los discípulos de Cristo, él se deja guiar por una visión cristológica del ecumenismo. De ello se alegraría de corazón Martín Lutero. Tenemos buenos motivos para esperar que sus herederos hagan hoy lo mismo.


Líderes religiosos visitan la "fabrica de la muerte" en Dachau
“Es el deber de las religiones desenmascarar al mal”
 DACHAU, miércoles 13 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- De Rumanía, de Polonia, de Hungría, de Ucrania, de Italia, de Rusia: los líderes religiosos convocados por la Comunidad de San Egidio al encuentro mundial “Bound to Live Together. Religiones y culturas en diálogo”, que se está clausurando en Munich, llegaron juntos al lugar donde se alzaba la barraca nº 28 en el campo de concentración de Dachau.
Aquí se encerraban a los sacerdotes católicos y a los pastores protestantes que en las iglesias expresaban su oposición al régimen nazi o que ayudaban a los judíos y perseguidos a esconderse. Desde 1933 al 1945, el lapso de tiempo en el que el campo estuvo en funcionamiento, se registraron 2.720, de 134 diócesis y de 24 países.
Muchísimos murieron: “Dachau -explica la guía- no era un campo de exterminio; su objetivo era la 're-educación' a través de los trabajos forzados, pero con respecto a las 42.000 defunciones de entre los 200.00 internos durante 12 años, no se puede hablar ciertamente de muertes naturales”.
Los líderes religiosos de todo el mundo, cristianos, musulmanes, judíos y de las religiones de Asia, se reunieron ayer 13 de septiembre en Dachau para una ceremonia de conmemoración que destacó, una vez más, la voluntad de paz y de reconciliación de las religiones.
Las 30 barracas del campo se distribuían en línea a lo largo de una maravilloso avenida flanqueada por álamos plantados por los mismos internos: siendo un campo modelo, abierto a los visitantes desde el inicio de la guerra, debía ser, incluso, agradable a la vista.
“Según la jerarquía del campo -explica la guía- era mejor que te tocase una de las barracas del comienzo de la avenida, de número par, donde las condiciones de vida eran mejores. A medida que se avanzaba hacia el fondo, estaban más atestadas y las condiciones eran peores. El campo construido para albergar a 5.000 prisioneros, tenía 36.000 cuando fue liberado, de todas las nacionalidades. Sobrevivir fue un milagro”.
“Antes de la liberación del campo, el 21 de abril de 1945, -contó el cardenal Jὀzef Glemp, arzobispo emérito de Varsovia- sucedió un hecho milagroso. Los prisioneros polacos rezaban a San José por su liberación e, improvisamente llegó un tanque americano que se había equivocado de camino. De esta manera las SS, que se preparaban para destruir el campo y así todas las pruebas de los crímenes que habían cometido, se dieron a la fuga”.
Pruebas como los hornos crematorios -las SS los asignaron a los sacerdotes católicos porque pensaban que su ministerio los obligaba al secreto en cualquier situación- o la cámara de gas. No hay pruebas de que la de Dachau fuese usada -explica la guía- pero los procedimientos previstos eran siempre los mismos: los prisioneros eran obligados a desnudarse con el pretexto de darse una ducha y a entrar en el lugar donde se metía el gas Zyklon B. Bastaban 30 minutos para morir.
“Treinta minutos no es un tiempo breve para morir -comentó a ZENIT monseñor Pero Sudar, obispo de Sarajevo-, era un larga agonía. Me recordó a la de Jesús: debía morir para redimir a todos los muertos, también a estos”. Llama la atención “la planificación de 'la fábrica de la muerte' pero también que un lugar como este testifica que el mal puede existir y durar, pero al final es siempre derrotado”.
¿Auschwitz y Dachau no deberían servir como memorial para evitar que los horrores pudieran repetirse? Sin embargo, la destrucción de los seres humanos por parte de otros seres humanos se repitió: han pasado sólo 20 años del asedio a Sarajevo.
“El drama de la condición humana -explica monseñor Sudar- es no poder aprender las cosas fundamentales de las experiencias de los demás: ya sea el bien que el mal deben entrar en el espíritu de toda generación”.
“Es difícil -añade- nutrir una voluntad absoluta de mal por parte de cualquiera: es necesario enmascararla con una ficción de bien como el intento re-educativo de Dachau o la necesidad de defenderse en primer lugar del posible ataque de los demás, como sucedió con los serbios en Bosnia”. “Por eso -prosiguió el prelado- en Alemania fue posible que todo un pueblo, condicionado por la propaganda y la mentira, tolerase todo esto”.
“Es deber de las religiones -afirmó monseñor Sudar- pero también de los intelectuales y de los medios de comunicación, desenmascarar al mal para que se le pueda reconocer como lo que es. No existe la guerra preventiva y ni siquiera la de defensa: existe estar contra la guerra o a favor de ella”.
“Queridos amigos jóvenes -invitó el cardenal Roger Etchegaray durante la ceremonia en la capilla de la Angustia- vuestra presencia en Dachau es el signo de vuestro compromiso de deshonrar la guerra allá donde aparezca. Conseguir la paz hoy requiere más heroísmo que vencer la guerra en el pasado”.
“En mi país, Kazajistán, cerca de la ciudad de Karaganda -contó a ZENIT el metropolita Aleksandr del Patriarcado de Moscú- voy a menudo a rezar a lugares parecidos, campos de concentración donde murieron centenares de mártires por la fe. Su testimonio, como el de quienes sufrieron en Dachau, ha demostrado que ninguna dictadura de las ideologías puede vencer, sino sólo un sistema de valores cristianos que son los valores comunes a todos los hombres”.
Nada, en realidad, parece capaz de suprimir la fuerza del espíritu humano. “A los 23 años, en 1943 -relató a ZENIT Max Mannheimer, vicepresidente de la Asociación de supervivientes de Dachau- fui a Auschwitz, después al gueto de Varsovia y más tarde a Dachau. Trabajaba en las canteras de grava y estaba rodeado de la brutalidad y de la violencia. Cuando el campo fue liberado pesaba 48 kilos”. En realidad, un superviviente no es liberado del todo: “la idea del hombre, de Dios, de la sociedad, todo se tambalea”.
“Cuando volví a Checoslovaquia -contó Mannhemeir que es de origen moravo- me encontré con una chica alemana que se opuso al nazismo y cuya su familia fue perseguida por esto. Ella repetía constantemente que Alemania podría haber sido un país democrático”.
“Me enamoré -explicó Mannhemei- y la creí. Por esta razón acepté volver a Alemania y me he pasado los últimos 25 años de universidad en universidad para animar a los jóvenes alemanes en el camino de la democracia y de la convivencia pacífica”.
“Mostrad valentía -concluyó el vicepresidente de la Asociación de los Supervivientes de Dachau en su intervención durante la ceremonia conmemorativa- cuando se trata de defender el derecho y la dignidad de otro ser humano. No sois responsables de lo que sucedió. Pero que no se repita nunca más. De esto sí que sois responsables vosotros”.
Por Chiara Santomiero. Traducción del italiano por Carmen Álvarez

Cristianos en tierra adversa
La Vanguardia 26/09/11 María Paz López Barcelona
Cómo viven los 350 millones de fieles a Jesús que sufren persecución o discriminación | De los 350 millones de cristianos amenazados, 200 millones afrontan peligro de muerte
En los primeros tiempos de sus nuevas vidas en países occidentales, se extasiaban ante las iglesias abiertas e iban a misa cada día, incluso más de una vez, para apurar el cáliz del tiempo perdido. Miles de cristianos, tanto católicos como evangélicos y ortodoxos, han abandonado en los últimos años sus países de origen, algunos de ellos musulmanes, donde la radicalización del islam ha consolidado una persecución religiosa. Otros muchos se quedan por falta de recursos económicos para emigrar, por convicción religiosa o porque, en definitiva, se trata de su patria.
Es difícil atinar con las cifras del acoso, debido a la poca democracia, las deficientes estadísticas y la opacidad informativa de los países en cuestión. Con todo, según el Informe 2010 de libertad religiosa en el mundo –que elabora cada año Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), asociación internacional dependiente de la Santa Sede–, unos 350 millones de cristianos sufren persecución o discriminación en el mundo, de los cuales 200 millones afrontan peligro de muerte. Un tercio de la población del planeta es cristiana: 2.100 millones de fieles, de los que 1.180 millones son católicos.
"Allí donde no hay libertad religiosa, no hay tampoco libertad democrática", alerta Javier Menéndez Ros, director de AIN-España, que en la reciente Jornada Mundial de la Juventud de Madrid con el Papa organizó en la capital una exposición fotográfica sobre cristianos perseguidos. Fueron a verla 8.000 personas en una semana. Las masas de jóvenes católicos que tomaron Madrid en agosto constituyen una estampa de normalidad inconcebible en otros lugares del planeta.
Los cristianos de Iraq lo saben bien. "Durante la dictadura de Sadam Husein los cristianos no éramos ciudadanos de primera clase, pero no éramos perseguidos –explica Raad Salam, iraquí nacionalizado español, que vive aquí desde hace casi veinte años tras escapar del régimen de Sadam–. Desde la guerra del 2003 que llevó al gobierno a los chiíes, el radicalismo islámico persigue cada vez más a los cristianos".
Para Salam, recordar a los europeos el riesgo que arrostran los cristianos en algunos países es imperativo moral, porque "la sociedad occidental parece no darse cuenta, está adormecida, sólo reacciona cuando hay muchos muertos". Con todo, se ha visto una toma de conciencia al respecto tras las matanzas en Iraq, los asaltos a iglesias coptas en Egipto, o los asesinatos de políticos cristianos pakistaníes que defendieron a Asia Bibi, católica condenada por la ley de blasfemia.
En tales países ocurre que los cristianos –aunque tengan presencia histórica allí hace siglos– son percibidos como "amigos de Occidente", lo cual los convierte en sospechosos. Esta presunción castiga especialmente a los evangélicos, a quienes se relaciona más con Estados Unidos –potencia detestada por muchos regímenes musulmanes– que a los católicos. En muchas ocasiones, la integridad física no peligra, pero se ven perjudicadas las perspectivas vitales de los fieles porque la ley crea mecanismos opresores: el cristiano no puede opositar o ejercer ciertas profesiones, el clero es acosado, se prohíbe la venta y circulación de Biblias o se impide abrir escuelas y seminarios.
En países musulmanes donde el cristianismo es tolerado, la práctica de la fe conlleva complicaciones, como relata desde Argelia por correo electrónico A.A. (iniciales ficticias), convertido al catolicismo. "El cristiano argelino debe ir siempre a la misma iglesia para ser reconocido por la comunidad; es frecuente que el sacerdote acoja a los fieles en la puerta para reconocerles, pues hay verdadero temor a que entren personas ajenas", explica. No es raro que la policía pare a personas de aspecto físico argelino para preguntarles por qué entran ahí y si son cristianas; "es una vigilancia policial que incomoda a los argelinos y les desanima si quieren ir a iglesias por temor a represalias; en general, los europeos y otros extranjeros no son objeto de tal interrogatorio".
La misa dominical en Argelia es a las seis de la tarde, pues el domingo en el mundo islámico es día laborable; y los viernes suele ser a las diez o las once de la mañana. "Esa es mucho más frecuentada porque el viernes es festivo –aclara A.A.–, pero muchos no pueden asistir por la lejanía de los lugares de culto respecto a sus domicilios (hay personas que recorren 60-70 kilómetros para ir a misa) y porque hay menos transporte público por ser día festivo". Pero lo más duro es el contexto social y familiar: "Las obligaciones familiares del fin de semana en una sociedad donde la vida social es muy invasiva pueden impedir a los fieles ir a misa, sobre todo a quienes viven su fe a escondidas. La ausencia de una persona cada viernes, día de plegaria colectiva para los musulmanes, puede suscitar preguntas en el seno de las familias y levantar sospechas". El converso se mueve en terreno resbaladizo.
Raad Salam, caldeo iraquí, vive en España hace veinte años: "Los caldeos vivíamos en Iraq antes de que llegara el islam"
Llegó a España en 1992, con estatus de refugiado político según la ONU, al haber sido sentenciado a muerte por Sadam Husein y tras haber huido de Iraq. "No me apresaron por cristiano; me condenaron por pacifista subversivo, yo escribía artículos, promovía actos", explica Raad Salam, que por movilización general de reclutas tuvo que participar en la guerra con Irán (1980-88) y en la primera guerra del Golfo (1991). Logró evadirse de prisión porque su padre sobornó a sus carceleros. Como refugiado pasó por España de camino a Estados Unidos, pero al final se instaló aquí. Raad Salam, soltero, de 51 años, vive en Cobeña, una localidad cercana a Madrid. En su país se había licenciado en Economía y en Estudios Árabes e Islámicos, y ya aquí se doctoró en Filología Árabe e Historia del Islam por la Universidad Complutense de Madrid. Es caldeo de nacimiento (la Iglesia caldea, antiquísima, es obediente al Papa), y en octubre viajará al norte de Iraq para convencer a los cristianos iraquíes de que no se marchen al extranjero. "Sé que es egoísta, porque yo sufrí en mi país, allí fui secuestrado y condenado aunque por otros motivos, pero ahora estoy a salvo en España, y les pido a ellos que se queden", dice. Asesinatos y ataques a iglesias han aumentado desde la guerra. En época de Sadam había en el país 1.500.000 cristianos –entre siriacos, caldeos y ortodoxos–, y se calcula que quedan entre 300.000 y 500.000. Los que huyen buscan un lugar seguro en Europa, Estados Unidos o Australia. A Salam le duele también la pérdida cultural que ese éxodo implica. "Los caldeos tenemos una historia antigua, estamos en Mesopotamia desde el siglo I, somos de la Iglesia de santo Tomás, el islam llegó después, y no tenemos por qué irnos de nuestra tierra", recuerda. Los caldeos hablan arameo, pero "la segunda generación que se está criando en Francia o en Alemania ya no conoce el idioma", lamenta. Aunque el islam prohíbe el consumo de alcohol, en época de Sadam se toleraba; excluidos de ese precepto, los cristianos solían vender alcohol. "Empezaron los ataques a tiendas y las amenazas", relata Salam, cuya familia se dedicaba a ese negocio.
Paul, converso argelino, ahora reside en París: "Internet y las redes sociales permiten sentirse menos aislado"
Para un converso, internet es una gran herramienta. "Yo la uso; internet ha sido muy importante en mi camino –explica Paul, argelino residente en Francia que se convirtió al catolicismo–, porque permite escapar del corsé familiar musulmán y consultar otras fuentes, hacerse preguntas". Al convertirse, eligió llamarse Paul por ser san Pablo el apóstol de los gentiles: "Con él, se percibe aún más cuánto sufrió Cristo por todos los hombres, sea cual sea su raza o su condición geográfica". Por correo electrónico desde París, Paul –que prefiere no dar su apellido– alaba internet para quienes se inician en su nueva fe. "Permite contactar con cristianos que pueden acompañarnos en nuestro camino –escribe–. Una de las primeras cosas que hice tras mi conversión fue teclear en Google 'musulmanes convertidos al cristianismo' para ver si otras personas estaban viviendo lo mismo que yo". E insiste: "Cuando uno se ha convertido desde el islam, se empieza siempre por estar solo y por sufrir aislamiento. Internet y las redes sociales permiten sentirse menos aislado". En la foto, Paul –con el rostro pixelado– recibe el saludo del cardenal André Vingt-Trois, arzobispo de París.
Un converso amigo suyo que viajó a Madrid en agosto para una charla de Ayuda a la Iglesia Necesitada explica que le impactó la pregunta de un asistente sobre una niña musulmana escolarizada junto a su hijo, a la que su familia sacó de la escuela cuando se interesó por el cristianismo. El interpelado dice que le respondió que "todo cristiano debe abrir su corazón y su casa a toda persona de otra religión y no debe dudar en compartir su fe con esa persona".
A.A., argelino convertido, vive en Argelia: "El converso es visto como un traidor"
Argelino y converso, como vive en Argelia prefiere no dar su nombre; le llamaremos A.A., y responde por correo electrónico desde su país sobre la diferencia de trato entre cristiano de origen y converso. "La situación no es fácil para ninguno de ambos en un mundo donde la fe cristiana es considerada blasfema –relata–. El converso procedente del islam ha cambiado de religión, lo cual hace que sea visto como un traidor a ojos de la comunidad. Un converso nacido en una familia laica tiene quizá menos dificultades porque la familia puede tolerar su conversión. Pero está la sociedad (amigos, compañeros de trabajo, conocidos...), hostil a que un musulmán traicione el islam para abrazar otra religión. Un converso nacido en una familia musulmana muy practicante se encuentra en una situación más difícil, que un cristiano nacido en una familia cristiana no puede conocer". Entre los obstáculos que afronta, está "el riesgo de las persecuciones morales y físicas". Así, "tiene que vivir su fe a escondidas bajo pena de ser rechazado por su familia, lo que equivale a la muerte social –escribe–. El converso se plantea cuestiones que no se le presentan al cristiano de origen, que es una minoría más o menos aceptada: ¿cómo hacer para vivir, casarse y morir cristianamente a escondidas o perseguido?" Además, lo tiene peor para integrarse en una parroquia. "El cristiano nacido en familia cristiana no tiene problemas de acogida en la Iglesia y en la comunidad cristiana –aclara–, mientras que los conversos son acogidos con mucha prudencia por las iglesias locales, por los problemas ligados a la seguridad y a las persecuciones".
El converso que acudió a la charla de Madrid añade que "la influencia y la intimidación de las familias y del entorno musulmán" obstaculizan la opción individual de cambiar de religión.
Geografía de la intransigencia
Dilucidar qué países son los más peligrosos para los cristianos es complejo. El informe de Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) del 2010 analiza 194 países, detecta problemas en 90 y señala graves violaciones a la libertad religiosa –de los creyentes de todas las religiones, pero prestando especial atención a los cristianos– en Arabia Saudí, Bangladesh, Egipto, India, China, Uzbekistán, Eritrea, Nigeria, Vietnam, Yemen y Corea del Norte, pero sin realizar un ranking de mayor a menor. La asociación cristiana internacional Open Doors elabora una lista anual de países donde los cristianos sufren persecución y los ordena por grado de peligrosidad (véase los diez primeros en el mapa, según la lista del 2011). Los cinco que siguen son: Pakistán, Eritrea, Mauritania, Bután y Turkmenistán. También el Departamento de Estado de Estados Unidos publica un informe anual sobre libertad religiosa que analiza la persecución y discriminación a fieles de todas las religiones, no sólo a cristianos, pero sin hacer rankings. Su informe del 2010 destaca vulneraciones en: Afganistán, Arabia Saudí, Birmania, China, Corea del Norte, Cuba, Egipto, Eritrea, Indonesia, Irán, Iraq, Kenia, Laos, Malasia, Maldivas, Marruecos, Nepal, Nigeria, Pakistán, Rusia, Somalia, Sudán, Tayikistán, Turkmenistán, Uzbekistán, Venezuela y Vietnam.

Cada cinco minutos se asesina a un cristiano por razón de su fe
Conferencia de “Luci sull'Est” sobre la persecución anticristiana del s. XXI
ROMA, lunes 26 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- “Cada cinco minutos se asesina un cristiano por razón de su fe. Cada año 105.000 cristianos en el mundo son condenados al martirio. Un verdadero holocausto del que se habla muy poco”. Estos son algunos de los datos que se han proporcionado en la conferencia de Roma titulada “Los buenos serán martirizados. Las persecuciones a los cristianos en el siglo XXI”.
El evento se ha desarrollado en una Universidad Pontificia Lateranense, con ocasión del veinte aniversario del nacimiento en Roma de “Luci sull' Est”, una asociación de voluntariado laico de inspiración católica que, después de la caída de la Unión Soviética, comenzó a enviar libros, rosarios y otros materiales religiosos a los países ex-soviéticos.
Entre los participantes destacan: el obispo de San Marino-Montefeltro, monseñor Luigi Negri; el eurodiputado Magdi Cristiano Allam; el director de Asia News, el padre Bernardo Cervellera y el representante de la OSCE para la lucha contra la discriminación contra los cristianos y director del Centro de Estudios de las Nuevas Religiones (CESNUR), Massimo Introvigne. El moderador fue el periodista Julio Loredo.
Autosuficiencia del hombre
Al tomar la palabra, monseñor Negri afirmó que el martirio de los cristianos es una parte importante en el misterio de la iniquidad, ya que no nace de la maldad, sino de un odio intelectual, ideológico, de la imposibilidad de acoger el mensaje de Cristo y de la “ideología sobre la autosuficiencia del hombre”, “porque todas las ideologías convergen, más allá de sus diferencias, en el hecho de que el hombre se ha convertido en el Dios de sí mismo”.
El obispo de San Marino-Montefeltro habló después del “carisma del martirio” como de “la confirmación más grande del Espíritu de Dios”. “La modernidad -añadió- termina en el ateísmo, y el ateísmo acaba en la violencia. La verdad ideológica no es inclusiva, sino que se afirma en la exclusión de lo que es distinto. Por esto, en los regímenes totalitarios los diferentes eran eliminados”. En definitiva, una lógica férrea en la que no entran el satanismo y la corrupción”.
El prelado habló después de una ideología que se apoya en los poderes fuertes, definida por Benedicto XVI como tecnociencia, y concluyó diciendo: “Los mártires existen y con su contribución nos invitan a ser cristianos auténticos”, ya que “los testigos apasionados de Cristo, son incansables comunicadores de su vida divina a todos los hombres”.

Emergencia humanitaria
“La intolerancia, la discriminación y la persecución a los cristianos de hoy -dijo Massimo Introvigne – es una emergencia humanitaria que nos afecta a todos. Un problema para la sociedad civil”.
“En el libro World Christian Trends AD 30-AD 2200, el investigador David Barrett fija el número de los mártires cristianos en el mundo en 70 millones, 45 millones de los cuales se han producido en el s.XX -precisó Introvigne-. El número desciende a 160.000 en la primera década de este siglo y se calcula que serán unos 105.000 en la segunda década. Esto significa un mártir cada cinco minutos. Asesinados no por razones bélicas sino por motivos religiosos”.
Lo curioso, añadió el director del CENSUR, es que “todos sienten simpatía por las víctimas, pero también existe un asesino. Pero 'sobre esto os escucharemos en otra ocasión' como decían a San Pablo”. Entre los asesinos cabe destacar al fundamentalismo islámico, como en Pakistán, donde la apostasía conlleva la pena de muerte y se considera una blasfemia no creer en el Islam. Refiriéndose a esto, Introvigne habló de otros 34 casos de condena a muerte similares al de Asia Bibi. Aunque también hay regímenes comunistas, como el de Corea del Norte o China. Además de nacionalismos religiosos como en India e Indochina.
“Y en un plano distinto al del asesinato o la tortura -precisó Introvigne- existe entre nosotros la intolerancia que es un fenómeno cultural; después está la discriminación que es un fenómeno jurídico, para llegar al de la violencia que entre nosotros es más raro” como en Francia, donde la “policía señala que hay un ataque a una iglesia cada dos días”.
El caso de China
El padre Bernardo Cervellera, observador atento de las cuestiones religiosas en los países orientales, profundizó en la situación de China, de la que, actualmente, tenemos una imagen “turística, con grandes rascacielos, una renta media elevada”, pero donde no se respetan los derechos humanos y que lleva adelante una persecución religiosa “como no se veía desde los años '50.
El director de AsiaNews cito a los muchos casos de obispos que están retenidos por la policía porque se han negado a adherirse a la Iglesia patriótica. “Recientemente, antes de las Olimpiadas de 2007, 37 obispos clandestinos fueron sometidos al arresto domiciliario”. El padre Cevellera consideró importante en esta situación “el trabajo realizado por Juan Pablo II y Benedicto XVI, gracias al cual muchos obispos del partido han pedido perdón y han vuelto a la Iglesia”.
“Y el hecho de que la Iglesia esté más unida que en los años '80 explica también el incremento de la persecución”, un aspecto que testimonia en el fondo “un gran fracaso del partido comunista chino, después de 60 años de persecución”. Pero más allá de las persecuciones -concluyó Cervellera- hay esperanza. En este país, actualmente, desean la fe millones de personas y cada año piden ser bautizados unos 150.000 chinos”.

Identidad
El eurodiputado y periodista Magdi Cristiano Allam recordó que, en los países islámicos, “de 10 perseguidos siete son cristianos y desde 1945 hasta hoy, 10 millones de cristianos han sido obligados a dejar sus tierras, junto a un millón de judíos”.
El político egipcio de origen islámico indicó que en el caso del Islam, la persecución no es fruto de la ideología sino de razones religiosas y, de hecho, el judaísmo y el cristianismo son consideradas herejías, mientras que el Islam se considera la única y verdadera religión llamada a convertir a todos.
Allam afirmó la necesidad de adquirir la certeza sobre nuestra identidad y sobre las raíces de nuestra civilización, “si nos convertimos en un terreno baldío, seremos tierra de conquista”.
El ex director del “Corriere della Sera”, que se convirtió al catolicismo y fue bautizado en San Pedro en 2008 por el mismo Papa Benedicto XVI, consideró que “el relativismo es una ideología porque se niega el uso de la razón y se prohíbe valorar los contenidos religiosos, y así se compara las religiones considerándolas iguales, prescindiendo de sus contenidos”.
“Se es cristiano -prosiguió- sólo si se cree en Jesucristo. Si se pone en el mismo plano a Cristo y a Mahoma terminamos disminuyendo la certeza de nuestra fe cristiana, además de no declararnos cristianos y de legitimar el Islam, este es el núcleo del problema. O recuperamos la certeza de lo que somos o nuestra civilización terminará por desaparecer”.
Magdi Allam habló después de las incoherencias: “Si se ultraja a otra religión todos se indignan, pero si es el Papa el ultrajado lo llaman libertad de expresión”. Hoy pensamos amar al prójimo odiándonos entre nosotros, y en la ideología del buenismo aceptamos que el prójimo exija prescindir de nosotros mismos”.
El eurodiputado concluyó recordando que es necesario “tener la certeza de quiénes somos, la certeza de la verdad” ya que hay “valores no negociables, como la sacralidad de la vida y la libertad religiosa”. También invitó a encontrar la fuerza “de testificar la certeza en Cristo en una tierra cristiana. Sólo si somos fuertes por dentro, tendremos la autoridad de pedir la libertad para todos los cristianos del mundo”.
[Traducción del italiano por Carmen Álvarez]